jueves, 25 de julio de 2013

Excelente análisis de Roberto caballero

Sí, gente: estoy más vago para escribir que De Narvaez o Lilita para asistir al Congreso o Macri para ir a laburar y no pasárselas de vacaciones vaya uno a saber dónde.
En esta ocasión les dejo parte de una nota que escribió el periodista Roberto Caballero hace unos días en Infonews, que trata sobre las elecciones legislativas y ese análisis a mi entender loco y bobo (no me decido) de gran parte de la oposición: el del "equilibrio".
Aclaro: Las partes entre [ ] son mías.
Que lo disfruten.


Quizá el mayor rival del kirchnerismo en las PASO sea una idea que penetró hondo en la subjetividad del promedio de los votantes en los últimos 30 años de democracia: las elecciones legislativas de medio término deben servir para equilibrar el poder del Ejecutivo. La "teoría del control" parlamentario a los supuestos excesos de la Casa Rosada reúne adeptos, incluso, entre muchos electores de sus habitantes transitorios. Algo así como "te doy el poder, pero cuando tengo la oportunidad, te lo limito" apoyando ofertas legislativas opositoras, algunas muy extravagantes, que no son consideradas ni de lejos cuando se trata de elegir presidente.

Esta tentación por contrapesar al oficialismo gobernante como valor democrático se hace fuerte, sobre todo, en el núcleo de votantes que deciden su voto por efectos de coyuntura, y no por rígidas lealtades partidarias o ideológicas. Son personas que pueden votar a Cristina Kirchner como presidenta y a Elisa Carrió o a Francisco de Narváez como diputados, sin mucha contradicción o polémica. En definitiva, elegir a alguien para que gestione y administre la Nación, y a sus opuestos para que recorten o boicoteen sus capacidades desde el Congreso. En apariencia es un comportamiento contradictorio. Pero existe, y hasta cosecha el calificativo de "voto útil" o "maduro" entre los editorialistas de la prensa hegemónica. Es así, hay un sector de la ciudadanía que considera, casi de modo romántico, que un poder existe para crear fatiga en el otro; y que si eso no ocurre, porque el Ejecutivo consigue mayorías parlamentarias propias, se abre la puerta a la amenaza autoritaria. Esto último, claro, es un pensamiento mucho más elaborado que el anterior, pero con idéntico efecto en ambos casos.

Por fuera de esta utopía compensadora, la realidad es que los presidentes que no cuentan con fuerzas legislativas que apuntalen su proyecto atraviesan muchas dificultades. Barack Obama es un ejemplo candente. Dilma Rousseff, igual. Ocurre lo mismo con los premier europeos que renuncian sin más vueltas, cuando no alcanzan robustos acuerdos parlamentarios. Pero volvamos a la Argentina.

Hablamos de un régimen presidencialista, donde el electorado vota a un jefe/a de Estado para que impulse un programa de gobierno determinado. Ese plan demanda leyes para su implementación que deben ser avaladas por el Congreso. ¿Qué sucede cuando las bancadas opositoras superan en número a las oficialistas? En la teoría escandinava del consenso, nada: se supone que como son buenas normas para el país y las pide el presidente elegido libre y democráticamente en las urnas, oficialistas y opositores, con algunos cambios y variantes, todas para mejor, se dan la mano y acuerdan en su votación general. Pero en nuestro país, la verdad, sólo es posible llegar al consenso sueco o dinamarqués entre bancadas opuestas cuando lo que está en discusión es una obviedad evidente. Ejemplo: la Tierra gira alrededor del Sol y no a la inversa. Para todo el resto, vale la eterna zancadilla, el golpe debajo del cinturón, la ausencia en masa, el piquete de ojos, la negativa caprichosa, es decir, el desgaste del Ejecutivo hasta el fracaso o la inmovilidad a la espera de un nuevo turno electoral donde las chances opositoras se vean revitalizadas por una situación de desgobierno.

Repasar el trabajo legislativo opositor entre 2010 y 2011, cuando el llamado Grupo A reunió al archipiélago antikirchnerista en un solo bloque que gobernó ambas cámaras y las principales comisiones del Parlamento, es un ejercicio de memoria revelador y muy necesario frente a las elecciones de agosto y octubre.

[La oposición, con el autodenominado "Grupo A", ganó la mayoría parlamentaria en el 2009]

En los dos años siguientes, el Grupo A se repartió las comisiones e intentó cogobernar desde el Congreso. Así y todo, producto de la diversidad de propuestas partidarias y el excesivo narcisismo de sus líderes, sólo pudo unirse en plenitud para frustrar algunas leyes clave, como la del Presupuesto, nada menos, y votar una sola: la del 82% móvil para los jubilados, aunque sin ponerse de acuerdo en el financiamiento, lo que derivó en el veto de Cristina Kirchner. De las 39 sesiones de período 2010-2011, los opositores no alcanzaron quórum propio en ocho, pese a tenerlo holgadamente garantizado sólo con la suma de sus parlamentarios. Lo que sigue es apenas un boletín de faltas, como los que se extienden en un colegio. No intenta ser un estudio cerrado sobre razones más o menos atendibles del comportamiento legislativo del antikirchnerismo.

En 2010, se convocaron 27 sesiones en Diputados. Sólo se pudieron celebrar 18 y se votaron en total 86 leyes.

En 2011, se convocaron 12 sesiones. Hubo quórum en ocho. Y la cantidad de proyectos de ley votados llegaron a 92.

Las leyes más importantes de esos dos años de cuasiparálisis parlamentaria fueron votadas por el FPV y sus aliados, en minoría.
[Las leyes votadas fueron: Ley de matrimonio igualitario, "trabajo domiciliario", "lavado de activos", Ley de Regulación de la "medicina prepaga", Ley de "promoción del software", del “Tabaco”, Ley de Imprescriptibilidad de la Acción Penal en delitos contra la Integridad Sexual de Menores y la de "muerte digna"]

La pretendida vocación del Grupo A por cogobernar consensualmente desde el Congreso se fue convirtiendo con el paso de los meses en una simple maquinaria de boicot a los proyectos enviados por el Ejecutivo. Sus líderes, que soñaban con una plataforma común para suceder a Cristina Kirchner en 2011, vieron frustradas sus intenciones: la sociedad castigó la estrategia opositora y volvió a premiar a la presidenta, esta vez con el 54% de los votos y con una nueva supremacía parlamentaria, derivada del aluvión nacional kirchnerista.

Cuando faltan pocas semanas para las PASO, es casi seguro que un porcentaje nada desdeñable de esos electores vuelva a ser seducido por la idea del equilibrio. Es como un espejismo de lo políticamente correcto, fuertemente instalado por la costumbre y el repiqueteo incesante del relato mediático. En este contexto, un votante del 54% podría interrogarse por qué a la candidata que ayudó a ganar en las últimas presidenciales, a la que todavía le quedan dos años de mandato constitucional para cumplir con su programa de gobierno, habría que retacearle las mayorías en el Congreso y dejarla peligrosamente a merced de las muchas oposiciones que sólo acuerdan en el boicot a sus proyectos.

Los antecedentes sobre la experiencia fallida del Grupo A debieran funcionar como ayudamemoria.


Si quieren leer la nota completa, aquí les va el link: Nota Completa de Infonews