Toda persona tiene que saber quien es, cómo se llama, quienes son sus padres.
Uno pensaría que esas son cosas básicas, ¿no?
"Yo me llamo Fernando y soy hijo de Eugenia y Manuel", por poner un ejemplo cualquiera con nombres cualquiera.
Uno dice ese tipo de frases como si fuera lo más normal del mundo. Y si alguien lo duda, uno pone cara de asombro, como si se le estuviera preguntando: "¿vos sos un ser humano?". Porque uno sabe quien es y de dónde viene, su nombre y el nombre de papá y mamá... es casi una obviedad.
"Casi". No por nada existen las palabras y sus significados. "Casi" ciertamente no significa "todos". Y menos en nuestra historia reciente, manchada de sangre e identidades cambiadas.
El derecho a la identidad es un derecho al que todos tienen que acceder y al que -por si no lo saben- no se puede renunciar. O sea: es un derecho, pero a la vez es una especie de obligación, también.
Pensá lo siguiente: ¿vos elegís quiénes son tus padres o cómo te llamás? No, papá. Eso te viene de arriba y no lo elegís. Yo soy XXX. Ok, es mi derecho saberlo. Pero a su vez, no puedo agarrar y decir "como no me gusta quien soy lo cambio" o "no quiero saber que soy XXX". Más allá de gustos personales y preferencias, vos sos vos, venís de donde venís y punto. Que te guste o no es un tema distinto. Pero vos sos vos. Tenés un nombre, que acredita tu identidad, y tenés una familia.
Cuando yo nací, lo hice teniendo un padre y una madre, y ellos fueron los que me dieron un nombre, mi nombre. Yo no pude elegir ni cómo llamarme ni a mis padres. Y lo cierto es que ni yo ni nadie puede.
Hay cosas que no están abiertas a elección. Uno es quien es y tiene la familia que tiene, más allá de si gusta o no.
Pero la verdad es una, y una sola.
Y saberla no es solo un derecho, no es solo inevitable: es fundamental.
Opiniones personales sobre diversos temas. De vez en cuando, información que no se encuentra en otros lados (al menos no tan fácilmente). Puntos de vista individuales para las masas, interpretaciones varias sobre el mundo que nos rodea. En pocas palabras: sitio en el que se habla de la realidad. Realidad que es tan objetiva o subjetiva como cada uno la quiera o la pueda ver.
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