viernes, 5 de noviembre de 2010

Las dos plazas

En estos días me estuve encontrando con tantas cosas hermosas que hablan de mi General (ya sé, Néstor no tuvo nada que ver con la onda militar, pero para mí es MI General y siempre lo va a ser) que la verdad puede parecer que ando vago, pero no. La verdad es que hay tanta gente que dice las cosas mucho mejor de lo que yo lo podría hacer jamás que me parece casi un insulto "taparlas" con mis derrapes. Esta vez les traigo una editorial de Vicente Battista, escritor argentino el, que me pareció excelente. Espero que les guste tanto como me gustó a mi. Ahí vamos.


Mi padre fue antiperonista, aunque lejos estaba de ser gorila. Carpintero y socialista, en 1946 votó por la fórmula Tamborini-Mosca. Poco después, frente a cualquier progreso social impuesto por el flamante gobierno peronista, aseguraba que esa conquista integraba la agenda de Alfredo Palacios. Me crié en una familia de clase obrera que, paradójicamente, no celebraba las mejoras cosechadas para su clase. En septiembre de 1955, con mis victoriosos 15 años, deambulaba por plaza San Martín festejando la caída de Perón cuando de pronto alguien clavó un distintivo en mi solapa. Era de metal dorado, mostraba una V y sobre la V una cruz. ¿Qué hacía esa insignia en la solapa de alguien que se proclamaba ateo de izquierda? Aquella tarde comprendí que estaba en el sitio equivocado, tiré el distintivo a la basura y me marché de esa plaza.

Nunca me consideré gorila, pero siempre evité votar al peronismo. En 2003, y ante la posibilidad de un nuevo gobierno de Menem, busqué la boleta de Néstor Kirchner, aunque dudé a la hora de colocarla en la urna: el hombre venía de la mano de Duhalde, una circunstancia que auguraba futuros desastres. Un año después persistía en mi condición de no ser peronista, pero no me molestaba que me consideraran K. Esa letra inevitablemente remite a Kafka; a Joseph K, que será juzgado y condenado sin entender nunca por qué, y al agrimensor K, que jamás logra entrar al castillo, quizá porque siempre estuvo allí. Aquella K que era sombra y angustia, ahora podía leerse desde la esperanza y la alegría: nucleaba muchísimas propuestas por las que había bregado toda mi vida. En 2007 voté a Cristina Fernández, sin el mínimo asomo de duda.

Lamentablemente, hoy cierta izquierda, con idénticos genes de aquella que en 1946 se acopló a la Unión Democrática, hace causa común con la peor derecha. Repite los errores de ayer. Esto escribió Scalabrini Ortiz en 1943: “No debemos olvidar en ningún momento –cualesquiera sean las diferencias de apreciación– que las opciones que nos ofrece la vida política argentina son limitadas. No se trata de optar entre el Gral. Perón y el Arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el Gral. Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón fortifica a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento vivo del país”. Vale la pena recordarlo para no tropezar una vez más con la misma piedra. Sabíamos que en 2011 la presidencia iba a estar en manos de Néstor o de Cristina. Poco importaba que fuera él o que fuera ella, ambos respondían al mismo modelo y ambos habían formado una dupla admirable. Y de pronto, a Néstor Kirchner se le da por morirse.

El miércoles 27, camino a Plaza de Mayo, recordé la plaza San Martín de medio siglo antes. Aquella vez bastaba con mirarles las caras y los gestos a quienes festejaban la caída de Perón para descubrir que detrás de esa presunta alegría faltaban las ilusiones y sobraba el rencor. Entonces yo tenía 15 años pero me sentí cargando el desasosiego de un hombre de 70. Ahora, a lo largo de tres días de octubre, en la Plaza de Mayo se lloró la injusta muerte de un hombre justo. Hubo muchas lágrimas, es cierto, pero detrás de esas lágrimas conmovió el fervor de una juventud cargada de futuro que de pronto, y sin más vueltas, recuperaba la esperanza. Era obra de ese hombre que estábamos despidiendo, de ese político tozudo y desprolijo, alegre y apasionado, que vino del sur para hacernos ver que no todo está perdido. Entonces, con mis 70 años me sentí un joven de 15.

3 comentarios:

Graciela Alejandra Varela dijo...

Que hermoso texto Fer, gracias por publicarlo, me encantó, que simpleza para explicar algo tan lindo...
Besito tuquín!!!
Gra.

viejitomatias dijo...

Que relato colmado de verdad y a cuanta gente le ha pasado lo mismo!
Necesitamos urgente reconstruír nuestra historia y concientizar a todo el pueblo adoermecido a toda la juventud de lo que fue la libertadora del 55,hecha en nombre de Jesús y con la secreta consigna "El hijo del barrendero debe morir barrendero".
Cómo no entender el relato de quien con 15 años,de pronto descubre que le habían colgado en su solapa la patética insignia + !
V
Al día de hoy,la autodenominada "izquierda",está jugando el mismo papel y nadies dude de que estarían dispuestos a repetir lo mismo.
No esperemos nunca que ellos aprendan la lección,porque no tienen nada que aprender ya que históricamente fueron,son y serán así.
Esta lección es para nosotros y los que tenemos que evitar que los hechos se repitan,somos nosotros.

El acto terrorísta más grande de todos los tiempos,no tuvo condenados,la iglesia quedo impune y la memoria anestesiada.

Cada 16 de junio,las banderas deberían estar a media asta y el pueblo todo,debe conocer porqué,que pasó y quienes fueron.
No solo hay que reivindicar a la historia y a sus muertos,sino que hay que reivindicar a Jesús por todo lo que habrá llorado.

Cada argentino debe saber cuales son los símbolos y muchos se están volviendo a ver.

En la libertadora.
+
V

En la actualidad.
J
V

NO SE VUELVAN A EQUIVOCAR SEÑORES!!!

K
V

Tuqui dijo...

@Gra viste que lindo texto? A mi me encantó también. Beso.

Matías La juventud está más concientizada de lo que esos "Cristo Venece" quisieran, amigo. Yo soy prueba de eso ;)